domingo, 28 de junio de 2015

TRASTORNO LIMÍTROFE DE LA PERSONALIDAD


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Dr. Adalberto Mena Caldera*

El Trastorno Limítrofe de la Personalidad (TPL) es una alteración mental frecuente. Se caracteriza por un pobre control de las emociones, impulsos, relaciones interpersonales y una autoimagen inestable. Los síntomas aparecen típicamente durante la adolescencia y el inicio de la vida adulta. La personas con TLP experimentan sufrimiento y malestar significativos debido a sus dificultades en las relaciones con los demás, la alteración en su vida familiar y laboral y sus problemas sociales. Este diagnóstico se ha asociado con una considerable estigmatización de las personas.
Se asocia también con deterioro grave y persistente del funcionamiento psicosocial, alto riesgo de autolesiones y suicidio, así como un peor pronóstico de las enfermedades mentales coexistentes (depresión, ansiedad) si éstas se presentan,  además de uso excesivo de los servicios de salud en la comunidad. Datos internacionales muestran que la tasa de suicidios en personas con TLP es mayor que la de la población general, variando entre 3 al 10 %. Muchas personas con TLP han experimentado trauma significativo ya sea en el pasado o en su vida cotidiana (abuso físico, sexual, verbal o cuidados negligentes en la infancia). Los estudios biológicos en adultos asocian anormalidades cerebrales con el TLP pero no está claro si son la causa, el efecto o se relacionan con el trastorno de otra forma.
No obstante, el pronóstico para la gente con TLP es bueno a mediano y largo plazo, una alta proporción se recupera significativamente y ya no cumple los criterios para su diagnóstico. Estos criterios  incluyen: esfuerzos frenéticos para evitar el abandono real o imaginario, relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizadas por alternancia entre la idealización y la devaluación, alteración de la identidad, impulsividad en por lo menos dos áreas potencialmente dañinas (gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria, atracones de comida), comportamiento, gestos o amenazas suicidas, comportamiento de automutilación –se autolesionan-, inestabilidad afectiva por una elevada reacción del ánimo (irritabilidad, ansiedad o mal humor que dura generalmente unas horas y sólo rara vez algunos días), sentimientos crónicos de vacío, ira inapropiada e intensa o dificultades para controlarla (manifestaciones frecuentes de enojo, peleas físicas frecuentes), ideación paranoide transitoria o severos síntomas disociativos (por ejemplo, amnesia psicógena) asociados con el estrés. La evidencia actual muestra que estos criterios son tan confiables y válidos en personas menores de 18 años como en los adultos. Entre aquellos que mejoran sólo una minoría recae. Los estudios longitudinales con seguimiento por 10-16 años reportan que casi todas las personas con TLP lograrán recuperarse de sus síntomas, pero pueden seguir presentando un pobre funcionamiento psicosocial. Varios tipos de terapias psicológicas estructuradas son útiles y pueden ser aplicadas individualmente o en grupo. Por otra parte, los medicamentos no parecen ser efectivos para alterar la naturaleza y el curso del trastorno, por lo tanto no se recomiendan como tratamiento de primera línea o único, sin embargo se pueden utilizar con la intención de mejorar exitosamente algunos de los síntomas teniendo precaución, discutiendo y acordando con el paciente los objetivos específicos del empleo de determinado psicofármaco; recordando que las personas con este trastorno tienen riesgo elevado de cometer intentos suicidas con los medicamentos recetados.

*Psiquiatra. Profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.

La próxima colaboración será del Dr. Gerardo Pérez Rojas, ginecobstetra.