domingo, 28 de junio de 2015



DR. EVARISTO JAVIER GÓMEZ RIVERA*
¿Por qué se necesitan dos para formar un tercero? ¿Por qué hay dos sexos y no más? La dualidad está presente y es difícil justificar el porqué. Tratemos de imaginar el origen de la vida, cuando después del caos y la anarquía sucedieron los cambios organizados, que dieron por resultado a la especie humana.
Los humanos somos un conjunto de individuos que intercambian genes de manera organizada, por medio de la sexualidad. Así, el sexo es la búsqueda del otro, del diferente, pero no mucho; ni demasiado cerca ni demasiado lejos.
El hombre bien pudo ser hermafrodita pues en el principio estaban solo los andróginos. Adán fue creado macho y hembra, pero: “No es bueno que Adán este solo” dijo Dios y el nacimiento de Eva trajo consigo la dualidad, hizo que Adán descubriera lo masculino y su imperfección.
Sin embargo, la vida no necesita de la sexualidad, la vida, en muchos seres, se reproduce sin sexo, pero entonces, ¿cuál es la diferencia entre sexo y reproducción? ¿Para qué el sexo? La reproducción asexuada es hacer copias de un modelo, como es el caso de los microbios que se multiplican por dos y en poco tiempo y en condiciones favorables habrá billones; el proceso es muy simple: A se divide en A’ y A’’ y así sucesivamente; de esa forma hay cadenas de vida ininterrumpida desde hace millones de años, gracias a la duplicación. En los organismos sin sexo el mensaje genético es copiado en forma exacta y así los linajes se perpetúan de generación en generación, los cambios se dan por escasas errores de copiado (mutaciones) y así nos explicamos las pocas diferencias entre los microbios actuales y los de hace millones de años, resultado: La evolución es muy lenta.
En los organismos sexuados funciona al revés, se comienza con la división de cromosomas de tal forma que cada hijo tiene medio mensaje genético que al juntarse con otra mitad, nace un nuevo plan de vida con variedades prácticamente ilimitadas; yo diría que la sexualidad es una máquina de hacer diferencias, resultado: La evolución acelera su ritmo.
Hay un franco predomino de especies sexuadas sobre las asexuadas, la naturaleza prefiere el sexo, el 95 % de la vida se produce así, el otro pequeño porcentaje se reproduce a partir de huevos no fecundados y solo tienen hembras. ¿Por qué ese predominio? La sobrevivencia es producto de algunas ventajas frente a los linajes que se apagan; la principal ventaja de las especies asexuadas es el menor costo energético y mayor autonomía porque no necesitan al “otro” frente a los sexuados donde la seducción y la copulación son un verdadero derroche de energía y el necesario concurso del “otro”. ¿Cómo es el encuentro con el otro?: Si hay un campo donde la madre naturaleza es imaginativa es en el campo del sexo, las estrategias son infinitas y todo se vale; en el agua el encuentro es relativamente fácil, los óvulos liberados atraen a los espermatozoides, unos los depositan dentro de una ostra en espera de ser fecundados, otros esparcen esperma sobre los óvulos y más variedades de encuentros; fuera del agua todo se complica y hasta resulta peligroso porque los machos para fecundar a la hembra tienen un órgano especial y para el encuentro su conducta nos deja pensativos y perplejos por ejemplo: los lobos son castos y en el grupo solo una pareja se reproduce, la cola y la cabeza erguida del líder inhibe la actividad sexual de los otros; hay especies donde las hembras no están de acuerdo y el aparearse resulta muy violento, semejante descortesía la vemos en orangutanes y focas.
La reflexión nos lleva a decir que nacer, crecer, reproducirse y morir es la consigna de la reproducción sexual, la muerte sirve para evolucionar, los nuevos seres difundirán sus combinaciones sólo si los antiguos dejan el lugar, entendamos que la muerte es necesaria para evolucionar y evolución es perfeccionamiento hacia planos superiores y complejos.   
*Traumatólogo. Profesor de ortopedia de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.

La próxima colaboración será del Dr. Adalberto Mena Caldera, psiquiatra.