domingo, 28 de junio de 2015

LIPODISTROFIA Y EL VIRUS DE INMUNODEFIENCIA HUMANA



DR. FRANCISCO CARLOS LÓPEZ  MÁRQUEZ*

Desde hace algunos años, la incidencia mundial del  SIDA ha presentado una tendencia  a la baja, lo cual se atribuye en gran medida a los esfuerzos globales en materia de prevención. Las muertes asociadas al SIDA han disminuido significativamente en los últimos años, en gran medida debido a que se  ha incrementado el acceso a los Tratamientos Antivirales de Gran Actividad (TARGA). Sin embargo, los efectos adversos en el metabolismo de los lípidos, glucosa y el síndrome de lipodistrofia (distribución anormal de la grasa corporal), han ensombrecido su uso.
No se sabe con exactitud cuáles son los mecanismos patogénicos causantes de la lipodistrofia  asociada a la infección por VIH; no obstante, se acepta que debe tener un origen multifactorial en donde estarían implicados el propio virus, determinadas características del paciente, factores genéticos y el TARGA
La lipodistrofia y la enfermedad cardiovascular son significativamente más frecuentes en pacientes con VIH que reciben TARGA que en aquellos que no reciben este tratamiento. Dicha frecuencia va  del 20 % al 80 %, dependiendo de la población investigada.
Se sabe que el propio VIH puede intervenir en la diferenciación de las células grasas (adipocitos) y en el metabolismo de los lípidos, efecto debido a moléculas pro-inflamatorias. Los triglicéridos se acumulan en los músculos y en el hígado y la cantidad de ácidos grasos libres (AGL) circulantes se incrementa de forma notable, antagonizando los efectos de la insulina sobre el metabolismo de la glucosa y favoreciendo la aparición de resistencia a la misma.
El adipocito parece desempeñar un papel primordial en la patogenia de la lipodistrofia asociada al VIH, dependiendo al menos en parte del contexto genético del hospedador. Así  se han descrito  una serie de polimorfismos (cambio de lugar)  de genes activadores de proteínas implicadas en el metabolismo de los ácidos grasos, que  parecen estar asociados a un mayor riesgo de lipodistrofia.
Se han propuesto diferentes hipótesis que intentan explicar tanto las alteraciones en el metabolismo lipídico y glucémico como los cambios morfológicos, y la manera en que el TARGA actúa en esta localización. Se sabe que no todos los pacientes que viven con  VIH, ni todos los que reciben tratamiento antirretroviral, desarrollan lipodistrofia,  por lo que se ha propuesto que la lipodistrofia y las alteraciones metabólicas asociadas a la infección por el VIH constituyen fenómenos complejos, con probable patogenia multifactorial.
Los medicamentos antivirales llamados inhibidores de proteasa (IP) constituyen un factor en el desarrollo de lipodistrofia y se  ha descrito que los pacientes medicados con este tipo de fármacos presentan lipodistrofia con mayor frecuencia que aquellos pacientes sin el tratamiento antiviral de gran actividad.
Otros medicamentos, los llamados Inhibidores de la Transcriptasa Inversa nucleósidos, (INTR) pueden contribuir a la lipodistrofia a través de varios mecanismos, y estos incluyen la toxicidad mitocondrial, que se caracteriza por cambios anormales en la proliferación, la morfología y en el contenido del ADN mitocondrial. Algunos fármacos de este grupo aumenta el riesgo de lipodistrofia hasta en un 35 %.
El impacto del síndrome de lipodistrofia sobre la calidad de vida de los sujetos VIH positivos que se encuentran con TARGA puede comprometer el éxito de ésta. Ya que la lipodistrofia condiciona cambios drásticos en el aspecto del paciente, provocando que sea reconocido como sujeto infectado por el VIH. Por lo que la lipodistrofia ha desplazado al Sida como estigma en los pacientes seropositivos y las consecuencias sobre la adherencia y la eficacia del tratamiento pueden ser muy graves, aunque faltan estudios que correlacionen la aparición de lipodistrofia y la adherencia o apego a su tratamiento.
Es importante seguir estudiando la asociación entre la lipodistrofia y a la infección por VIH. La aplicación de una terapia personalizada en aquellas personas con mayor susceptibilidad de desarrollar síndrome metabólico, garantizaría una mejor calidad de vida del sujeto infectado y reduciría los gastos debidos a complicaciones de la terapia antirretroviral y asimismo una buena adherencia al su tratamiento.
*Doctor en ciencias. Profesor de Inmunología y Seminario de Tesis. Investigador del Centro de Investigación Biomédica, Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.

La próxima colaboración será del Dr. Evaristo Gómez Rivera, traumatólogo.