sábado, 25 de agosto de 2012

ANOREXIA Y BULIMIA

DRA. ELSA MARGARITA ZÙÑIGA GALICIA*
El Siglo de Torreòn aquì

Los trastornos alimenticios no son nuevos, hay descripciones de éstos en textos medievales. La anorexia nerviosa fue definida en 1873 por Sir William Gull, médico personal de la reina Victoria. El término deriva del griego a: negación y orexis: apetito. La anorexia nerviosa es una inanición autoinducida que produce una pérdida importante de peso.
           La bulimia del griego bûlimia: mucha hambre, inicia cuando los jóvenes intentan dietas restrictivas en las que fracasan y reaccionan comiendo en exceso y para compensarlo usan laxantes, toman pastillas para dieta, diuréticos o se inducen el vómito. Se presenta generalmente en adolescentes desencadenada por estrés que conlleva el asumir responsabilidades sexuales, reproductivas y sociales. Los pacientes pueden regresar a la dieta severa y de nuevo comer excesivamente en forma cíclica, o pueden volverse anoréxicos. La bulimia es más común que la anorexia y tiene mejor pronóstico.
La prevalencia de ambas patologías en Estados Unidos fluctúa del 2 al 18 por ciento. En México no existen estudios epidemiológicos. Un 90 a 95 por ciento son mujeres jóvenes. Aunque también afectan hombres, personas adultas y niños.
Siempre existe un componente psicológico de base. Se ha relacionado con dificultades en los adolescentes para aceptar su sexualidad, lo que se expresa en el rechazo a la comida. La anorexia representa una lucha extrema contra una odiada y distorsionada imagen corporal que los lleva a valorar altamente su delgadez extrema, defendiéndola con vigor y terquedad. Puede haber pérdida de peso de hasta dos tercios del peso original, llegando a pesar 20 a 30 kgs.
            La autoestima está excesivamente influida por la figura y el peso. Muestran dificultad en sus relaciones sociales, por lo que las evitan. Hay miedo al rechazo y abandono, tendencia a la tristeza y llanto. 
En la anorexia nerviosa hay cambios secundarios a la desnutrición: huesos frágiles, pérdida muscular, cambios en piel y cabello, trastornos hormonales con pérdida de menstruaciones. Supresión del apetito, pérdida de peso, disminución del deseo sexual, deshidratación, anemia;  pueden sufrir arritmias cardiacas y muerte súbita.
En la bulimia hay pérdida de ciclos menstruales en el 50 por ciento de ellas. Las complicaciones son consecuencia del vómito o el uso de laxantes, y corresponden a deshidratación, pérdida de electrolitos, aspiración del material que vomitan hacia la vía respiratoria y rotura del esófago y estómago.
El curso es variable, pueden desaparecer solos o con tratamiento, o evolucionar hacia la emaciación con pérdida de peso mortal. El tratamiento requiere un manejo en equipo donde participen: médico, nutriólogo, psicoterapeuta y nutriólogo.
Los adultos tienen la responsabilidad de detectar estas situaciones y canalizarlas con grupos de trabajo especializados para que podamos rescatar a estos jóvenes de sí mismos.

*Histopatóloga. Secretaria Académica y Profesora de Patología e histología de la Facultad de Medicina de Torreón, U.A. de C.
La próxima colaboración será del Dr. Antonio Padua y Gabriel, neumólogo.

sábado, 18 de agosto de 2012

TOMAR SOLAMENTE AGUA

DR. EDUARDO MAYET MACHADO*
El Siglo de Torreòn  aquì
Los que pasamos de los 40 años de edad recodaremos que sólo en fiestas consumíamos refrescos. Actualmente es una costumbre, de otro modo muchos manifiestan que la comida “no les saben”.
Un refresco de 2.5 litros puede contener un cuarto de kilo de azúcar. Algunas personas se preguntan por qué suben de peso si no comen mucho, pero, bebiendo también se engorda. Al ingerir un refresco frío no percibimos la cantidad de azúcar que contiene pero al tomarlos al tiempo el paladar sí percibe cuán dulce es.
Por el daño a la salud, en Estados Unidos, los senadores han propuesto un control en la venta de refrescos, ya que una lata de éste puede proporcionar casi el 10 por ciento de las calorías que requiere un niño. El colmo es cuando a las criaturas también se los da en biberón.
Otro factor perjudicial para la salud, especialmente en niños, son los colorantes artificiales que contienen los refrescos y que son sustancias que se extraen de la brea de hulla: carbón de piedra que resulta de destilación de maderas resinosas, carbones, petróleo, pizarras y otros materiales vegetales y minerales. Es un líquido, viscoso, oscuro y fuerte olor que tiene distintas aplicaciones industriales. En los países nórdicos los colorantes artificiales no se utilizan, mientras que en Europa, Estados Unidos y América Latina varía mucho la normatividad para su uso alimentario. Muchos de los colorantes artificiales contienen ínfimas cantidades de metales pesados como: cadmio, plomo, arsénico, mercurio debido a que proceden de sustancias geológicas. Por ello, cada país debe velar por hacer cumplir las normativas de seguridad o no permitir su uso en la alimentación.
Estudios demuestran que los colorantes artificiales causan alergias, daño en el DNA, posible inicio de cánceres y, en combinación con conservantes como el benzoato de sodio, generan trastornos del comportamiento en niños; las mamás se quejan de que sus hijos están inquietos sin saber que ellas mismas pudieran estar generando esas conductas. Lo anterior, tanto en cantidad de azúcar como en colorantes, es aplicable a los “juguitos” que dan los padres a sus hijos. Por otro lado, el gasto que genera consumiendo un refresco de 2.5 litros al día, representa casi 500 pesos mensuales que podrían utilizarse para comprar alimentos de calidad nutricional como amaranto, almendras, nueces o pistaches que sí son atractivos para los pequeños como colación a la hora del recreo.
Habrá que volver a la cultura de tomar sólo agua en las comidas y dejar los refrescos como algo ocasional. Esto se logra de manera paulatina porque un hábito se adquiere poco a poco. Hay que recordar que el agua es el alimento más importante de todos, pues nuestro cuerpo está compuesto en un 70 por ciento de agua.
*Pedíatra. Profesor de Pediatría de la Facultad de Medicina de Torreón U.A. de C.

La próxima colaboración será de la Dra. Elsa Margarita Zúñiga Galicia, histopatóloga

sábado, 11 de agosto de 2012

TRASTORNOS FUNCIONALES GASTROINTESTINALES

Dr. Luis Ignacio Gurza Morales*
El Siglo de Torreòn aquì
Los trastornos crónicos del tracto digestivo, en general, muestran una carencia de signos clínicos y, por lo tanto, su diagnóstico depende de la presencia de los síntomas característicos. Los trastornos funcionales gastrointestinales (TFGI) son crónicos. En la práctica clínica son comunes; comprenden 40 por ciento de los diagnósticos gastrointestinales. Los TFGI más conocidos son el síndrome de intestino irritable y la dispepsia funcional. Estos trastornos no sólo carecen de signos clínicos confiables, sino que tampoco muestran cambios estructurales ni anormalidades bioquímicas.

Los TFGI son determinados por diferentes factores, que surgen de una mezcla de hechos que afectan a la mucosa intestinal y a la microflora, el sistema nervioso entérico y sus conexiones neuronales extrínsecas, así como por las señales dentro del cerebro y la médula espinal. Estos trastornos pueden entenderse mejor desde una perspectiva biosicosocial; y como tal, parece improbable que un solo marcador biológico pudiera explicar los síntomas y sugerir el diagnóstico. Por todo lo anterior, los criterios basados en la sintomatología, en pruebas fisiológicas, y otros exámenes, son necesarios para el diagnóstico de los TFGI. El enfoque basado en los síntomas es el más eficaz, los que predominan son: la distensión abdominal o el gas, el dolor, la diarrea o el estreñimiento.

La clasificación conocida como Roma III es la única basada en la sintomatología de los TFGI, que abarca todas las regiones del tracto digestivo. Los criterios diagnósticos de estos trastornos han sido refinados y simplificados y continúan siendo cada vez más utilizados en las publicaciones. Pero, aunque muchos gastroenterólogos tienen conocimiento de los criterios diagnósticos de Roma, en la práctica clínica la utilización de los criterios aparenta ser limitada, en especial para los trastornos distintos al síndrome de intestino irritable.

Ante la ausencia de biomarcadores confiables, es probable que muchos médicos sigan evitando hacer un diagnóstico formal de un TFGI especifico, ya sea categorizando al trastorno como ‘funcional’, o diagnosticando una gran variedad de trastornos o síntomas como ‘intestino irritable’. En la atención primaria es probable que un gran número de médicos se niegue a establecer el diagnóstico y simplemente enumeren los síntomas predominantes. Con respecto al diagnóstico de los TFGI, lo importante para el gastroenterólogo es el contexto clínico de cada uno de ellos, en especial su relación con otros trastornos que presentan síntomas similares, tanto ‘orgánicos’ como de la motilidad. Por ejemplo, cuándo debe considerarse la relación entre la úlcera péptica y la dispepsia funcional o cómo se puede diferenciar entre la enfermedad inflamatoria intestinal y el síndrome de intestino irritable. Su diagnóstico no debe ser únicamente por exclusión; debe incluir un enfoque algorítmico guiado para poder llevar de la sintomatología al diagnóstico.

*Gastroenterólogo. Profesor de Gastroenterología de la Facultad de Medicina de Torreón, U.A. de C.

La próxima colaboración será del Dr. Eduardo Mayet Machado, pediatra

sábado, 4 de agosto de 2012

DUDAS DEL PACIENTE CON HERNIA

Dr. Raúl Guzmán Muñoz*
El Siglo de Torreòn aquì
¿Qué es una hernia? La hernia se define como un defecto de la pared abdominal (congénito o adquirido) a través del cual protruye el contenido de la cavidad abdominal. Se le reconoce como una “bola” bajo la piel al hacer esfuerzos, manteniéndose o no en forma permanente, con o sin dolor. El 15% de la población tendrá una hernia en cualquier etapa de su vida por lo que se le considera como un problema de salud pública mundial y por su relación con el esfuerzo se le ubica como una enfermedad profesional.
¿Por qué me apareció una hernia? Las hernias presentes al nacimiento son debido a la falta de cierre o desarrollo de alguna estructura de la pared abdominal y otras aparecen durante la vida en relación con esfuerzos sostenidos como sucede durante el embarazo, el estreñimiento crónico, la dificultad para orinar por crecimiento de la próstata, la obesidad, los tosedores crónicos, el tabaquismo y la senectud entre otros.
¿Qué debo hacer? Para su curación, todas las hernias deben ser operadas en forma temprana y programada. Las fajas o bragueros no evitan el desarrollo o las complicaciones de las hernias. La obesidad no contraindica la cirugía, por lo que el paciente obeso puede ser operado y sometido posteriormente a un tratamiento de reducción de peso. La suspensión de la ingesta de medicamentos como esteroides y aspirina así como el dejar de fumar por 10 días anteriores a la cirugía, es suficiente para obtener buenos resultados.
           ¿Qué tipo de cirugía es la más adecuada y quién debe hacerla? Cualquier médico cirujano está capacitado para hacerla, sin embargo se requiere de la experiencia y el desarrollo de la destreza necesaria para obtener los mejores resultados. La cirugía puede practicarse en forma ambulatoria, con anestesia local más sedación mediante una técnica que no genere tensión en los tejidos consistente en colocar una malla a manera de tapón que cubra y refuerce el defecto de pared. La reparación mediante la vía laparoscópica exige un equipo especial y el uso de anestesia general lo que encarece el procedimiento y aumenta los riesgos operatorios, a su favor cuenta con una recuperación más rápida, mínimas molestias y la reintegración a las actividades laborales y deportivas en corto plazo.
¿Qué complicaciones tener al someterme a esta cirugía? La morbilidad es mínima y está en relación con la herida quirúrgica; sangrado e infección. La recidiva de la hernia es menor al 1% con las técnicas sin tensión. Los pacientes con hernias estranguladas, con intestinos gangrenados y perforados requieren de cirugías de urgencia y tiene una alta mortalidad. Evite llegar a estas circunstancias, operándose a tiempo.
*Cirujano. Secretario Administrativo y Profesor de Anatomía y Disecciones de la Facultad de medicina U A de C.
La próxima colaboración será del Dr. Luis Gurza Morales, gastroenterólogo.