sábado, 3 de enero de 2015

LA MEDICINA MEXICANA EN LA ÉPOCA VIRREINAL (Primera de dos partes)



 DR. EVARISTO JAVIER GÓMEZ RIVERA* 
Por disposición del Real Protomedicato de la Nueva España (1628-1831) el arte de curar estuvo organizado según reglas y jerarquías muy estrictas. Así, el médico diagnosticaba las enfermedades y recetaba los medicamentos. El médico ocupaba el lugar más alto en la escala social y gozaba de especiales privilegios, que aunque simbólicos eran importantes: uso de toga y gorro, mula con gualdrapa y bastón. Recibían las más altas consideraciones de la sociedad y por supuesto acaparaban a la clientela con mayores recursos económicos. Se exigía  que los médicos tuvieran pureza de sangre, por lo que para titularse era requisito probar que no estaba contaminado con sangre negra, morisca o hebrea, ni manchado el linaje con adjetivos como: ilegitimo, bastardo, espurio, incestuoso, adulterino; testimonios de la época los describen como un arrogante que habla con un lenguaje misterioso y escribe las recetas en latín.
El Real Protomedicato era tan estricto que detallaba sus mandatos hasta en los más ínfimos detalles; esto se convirtió en obstáculo franco para la innovación y progreso de la medicina en la nueva España. La Real y Pontificia Universidad de México también contribuyó al notable deterioro de la enseñanza y práctica de la ciencia bajo la estricta vigilancia de la Santa Inquisición.
El grupo  médico estaba encabezado por los cirujanos latinos, llamados así para distinguirlos de los cirujanos romancistas que no conocían el latín y un rasgo de su inferioridad era que practicaban el “arte obstétrico”, comúnmente despreciada por los cirujanos latinos. Ambas categorías estaban habilitadas para curar heridas, componer huesos, curar hernias, aplicar sangrías, poner ventosas y vejigatorios, abrir fuentes y extraer dientes. Trabajos que para los médicos, eran denigrantes e indignos de su categoría
En una escala hacía abajo estaban los flebotomianos; luego los barberos y enseguida los dentistas, los compone huesos, los hernistas, los oculistas y las parteras, todas estas variedades quirúrgicas se aprendían sobre la marcha sin asistir nunca a la universidad y sin reconocimiento formal.
Por disposición del rey Felipe lll se fundó el Real Colegio de cirugía (1768) para hacer disecciones a los cadáveres de los indios muertos por las tantas epidemias. El colegio dependía directamente del rey y quedaba fuera del alcance de la universidad y del protomedicato, esta acción molestó enormemente a las autoridades novohispanas y aumentó los celos profesionales entre médicos y cirujanos.
El boticario preparaba y vendía los medicamentos. Un médico de la época se lamentaba de los boticarios: “toda la indicación que se proponen satisfacer es que no se pierda el marchante”. Fernández de Lizardi (autor del libro el Periquillo sarniento) anotaba: “el tiempo de la peste es el tiempo de la bonanza de esas tiendas odiosas: la receta que se despacha por cuatro reales en días de sanidad, en los de enfermedad no se da por seis”. Los mayores competidores de los boticarios fueron los hierberos que en plazas y mercados vendían plantas y otras sustancias populares, que aunque extendidas, no eran lo que los médicos recetaban.
Para darse cuenta de las precarias condiciones sanitarias en que vivía gran parte de la población basta leer los relatos de viajeros como los del célebre embajador Joel R Poinsett: “Frente a los templos y en sus cercanías, vimos un número extraordinario de mendigos, que abiertamente enseñaban sus asquerosas llagas y deformidades, para despertar nuestra compasión. Observé a uno de ellos, envuelto en una gran sábana blanca, el cual tan luego como se dio cuenta de que me había llamado la atención, vino hacia mí y desplegando su abrigo enseñó su persona enteramente desnuda y cubierta de úlceras de la cabeza hasta los talones…No hay ciudad italiana que contenga igual número de mendigos miserables, ni ciudad en el mundo en donde haya tantos ciegos. Esto, a mi juicio, se debe atribuir a la exposición constante a la intemperie, a la penuria y al uso excesivo de aguardiente”.
Las condiciones de salud en la Nueva España mostraban un panorama desolador, el aislamiento impuesto por el reino a la colonia había sido bastante efectivo. Lo más sobresaliente de la medicina en la época colonial fue el ejercicio profesional escrutado y regulado por el estado, la concentración de médicos en las ciudades y su escasez en el campo, la discriminación y desprecio social hacia las castas, el florecimiento del curanderismo y la charlatanería y por último, un dato curioso: la reiterada negativa a dar consulta a domicilio sobre todo por las noches.
*Traumatólogo. Profesor de ortopedia de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.

El próximo sábado el Dr. Evaristo Gómez Rivera continuará con el mismo tema.