lunes, 14 de abril de 2014

UBICANDO A LOS HIJOS

DR. MANUEL FRANCISCO CERVANTES MIJARES* 

 
El establecer límites realistas sobre la condición económica de la familia, es una conducta funcional y representa la posibilidad de movilizar los recursos de cada uno de los miembros de ésta para salir adelante y enfrentar la vida con sentido y congruencia.
Una de las cualidades inherentes a nuestra vida es el cambio, podemos tener certidumbre de que éste se presentará en todo momento y en los diversos aspectos de nuestra vida. La incertidumbre económica es algo estremecedor. Como padres quisiéramos proteger a nuestros hijos y seres queridos del sufrimiento que las dificultades económicas pudieran generar. En todos los grupos humanos encontramos diversas formas de enfrentar estas dificultades, en algunos lugares las familias van sobreponiéndose y adaptándose y en muchos otros podemos observar un franco deterioro e incapacidad de salir adelante con la consecuente afectación de las comunidades y de las familias. La aceptación de las necesidades económicas como parte inherente de nuestra vida, facilitará la interacción y la búsqueda de soluciones.
El desarrollo y la estructuración de nuestra personalidad se originan en nuestra familia por medio de la interacción con las personas encargadas de cubrir nuestras necesidades más primarias y de esta forma asegurar nuestra sobrevivencia. En los primeros años de vida, el ser humano, depende enteramente de quienes los cuidan; es donde adquirimos un sentido de realidad y de la condición de ser aceptados o no, además, de la sensación de merecer.
La educación de los hijos es un proceso de muchos años y depende de una comunicación clara y directa. La familia es un agente socializador dinámico en donde cada uno de los integrantes tiene un rol que al activarse fortalece un sistema funcional que ayudara a la independencia e individuación de sus miembros. La economía es un tema de los que se debe abordar si desea mantener funcional a lo largo de su ciclo vital. La situación económica determina muchísimo el estilo de vida, las costumbres y el sentido de seguridad para cada uno de los miembros de la familia, es tan importante que también juega un papel en la autoestima e identidad de los hijos y padres.
En una sociedad centrada en el consumismo la imagen de fracaso va asociada con la posibilidad de no adquirir lo que está de moda, o bien, lo que se entiende en ciertos grupos, como la forma de ser feliz y de lograr un estatus social. Esta forma de construir familias nos enfrenta a los padres a la premisa de que si deseamos ser “buenos padres necesitamos proveer a nuestros hijos con todo lo que ellos necesiten para su desarrollo integral”, esto en un primer plano es correcto, sin embargo, nos enfrentamos con la situación de que muchas veces quien decide lo que necesitan nuestros hijos, no somos los padres sino los medios masivos de publicidad. Por lo que se descuidan elementos esenciales para un desarrollo psicológico sano como son la solidaridad, el altruismo, la creatividad, entre otros.
Como padres nos podemos angustiar e ir más allá de nuestros límites, con tal de darles a los hijos lo que en ocasiones traerá más sufrimiento que crecimiento. El establecer límites y hablar con los hijos sobre las posibilidades reales y los deseos en el plano económico es sano y ayuda enormemente a que los hijos crezcan siendo responsables.
Conforme los hijos se desarrollan se les puede ir involucrando en las decisiones sobre dinero. La económica no debe ser un tabú que genere enojos o sensación de culpa en los padres al no lograr los estándares diseñados por la publicidad o por los caprichos de los hijos. Podemos recordar una de las máximas de Confucio: “Educa a tus hijos con un poco de hambre y con un poco de frío”.
*Doctor en Psicología. Profesor de Psicología de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será del Dr. Evaristo Gómez Rivera, traumatólogo