domingo, 15 de febrero de 2015

BUSCANDO LA EXPLICACIÓN DE LA VEJEZ (Parte I)


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DR. EVARISTO JAVIER GÓMEZ RIVERA*  
La muerte llega sin remedio, no importa si aparece a gritos o en silencio; en plena lucha diaria o en la cama. Las preguntas ahora son, ¿por qué envejecemos? ¿Quién nos llama a envejecer? Es curioso porque la célula sola, aislada, es inmortal, pero organizada con otras, muere.
El mundo vegetal es complemento del mundo animal y ambos se equilibran para mantener la biosfera y ésta, a su vez, se equilibra con la atmósfera y todo pervive en armonía con el Universo. Por eso Teihard de Chardin dice: “El universo se sostiene porque todos nos inmolamos en su provecho”.
La vida es está en constante renovación, es equilibrio dinámico y no hay desgaste posible. Hay exacta compensación entre sumar y restar, entradas y salidas, análisis y síntesis, quitar y poner. Definitivamente, la biología obedece a leyes distintas de las que rigen a la mecánica, cuya renovación sólo es posible por las refacciones. Dicho de otra forma, lo que en biología es intercambio molecular, en física se logra sustituyendo partes usadas por piezas nuevas. Cuanto más trabaja el músculo más se desarrolla, por eso nadie duda que la gimnasia fortalece el músculo. Si mantenemos el músculo en reposo inexorablemente se atrofia, al contrario de lo que pasa con la biela del motor, que si no la usamos se mantiene nueva. Si el músculo trabaja se consume pero se repara inmediatamente, es la ley del metabolismo: “a rey muerto, rey puesto”; cuando el organismo agota lo que da energía, sigue vivo quemando las piezas del propio organismo. En cambio el motor, cuando le falta combustible, simplemente deja de funcionar. El organismo envejece pues, no porque se gasten las piezas por el uso, sino porque se agota la reserva funcional.
Comparto con ustedes, amables lectores, algunas propuestas:
Teoría de la “senilina”: Alexis Carrel, premio Nobel de medicina (1912), autor del libro La incógnita del hombre, buscó la sustancia responsable del envejecimiento. Si la tiroides produce tiroidina, el páncreas la insulina y el ovario foliculina, lógico era pensar que los tejidos al envejecer producen “senilina”; la idea cobró vigencia cuando descubrió una sustancia que, liberada de los tejidos del embrión, estimula el desarrollo en general y bien pudo llamarla “juventina”, sin embargo, la llamó trefona. Así pensó que si había una sustancia que estimulaba el desarrollo, también habría otra que regulara la involución, al acumularse en la sangre a partir de la mitad de la vida; el organismo viejo se ira intoxicando a partir de la “senilina” y poco a poco llegará a la muerte natural.
Sin poder aislar la sustancia responsable decidió hacer un experimento: cambiar la sangre de un perro viejo por la de un animal joven. Había que suponer que la sangre del viejo estaba saturada de “senilina”, no así la del joven: Se prepararon cuidadosamente hasta los mínimos detalles, el perro escogido entre miles parecía que efectivamente moría de viejo, ni de pie podía estar, un verdadero Matusalén canino. Los resultados fueron espectaculares, terminada la transfusión, de forma intempestiva el viejo perro saltó de la mesa, sacudió el pelaje como después del baño. El animal, que un día antes apenas podía estar de pie, parecía bañado en aguas de juventud. Días después, Carrel dispuso que le acercaran una perra en celo y el viejo animal se levantó, olio ávidamente a la hembra y obedeció a sus instintos. Pero días después, súbitamente, al ver de nuevo a la perra sufrió un colapso y murió.
Ignoramos si en algún aspecto siguió el experimento, eran tiempos difíciles para Francia en 1940: murió Carrel y llegó la barbarie con los nazis, así, la línea de investigación pasó a segundo término. La pregunta sigue en pie ¿Existe la senilina como sí existe la trefona?
*Traumatólogo. Profesor de ortopedia en la Facultad de medicina, Torreón, UA de C.
La próxima semana el Dr. Evaristo Javier Gómez Rivera, continuará con el mismo tema.