DR. FERNANDO SÁNCHEZ NÁJERA*
El Siglo de Torreón
En
general, las personas creen que la mujer es la que más sufre y se duele de la
pérdida de una amistad, noviazgo, matrimonio, unión libre o de un amante. Se
dice que: “las mujeres son de venus y los hombres son de marte”. Sabemos, de
acuerdo a la neurociencia, que en la mujer se manifiesta más el hemisferio
derecho del cerebro donde se encuentra la sensibilidad, ternura, creatividad y las
emociones. Y que por eso, la mujer, reconoce fácilmente los sentimientos cuando
son agradables y los vive y disfruta a flor de piel. Asimismo sabe reconocer las
emociones desagradables, el sufrimiento o el dolor (función del hemisferio
izquierdo). La mujer intenta resolver los motivos de su malestar, o bien, busca
consejo para atenuar el dolor emocional o físico que le esté aquejando.
En
el hombre se manifiesta más hemisferio izquierdo, por eso se considera que
tiene algo así como un tamiz aparente que le permite filtrar las emociones, e
impidiendo así, que fluyan libremente. Esto le otorga un tiempo para negar o
evadir la respuesta correspondiente o inmediata, que se esperaría de un ser
sensible, tierno o emotivo. Reconoce los sentimientos agradables y sensuales, más
le es difícil vivirlo de forma perenne, de esta forma se retrasa también el
reconocimiento de la sensación desagradable del sufrimiento, por ello es que,
de primera intención, no busca un consejo (a veces, ni amigos tiene para ello)
ni consulta acerca de aquel dolor emocional o físico que le llegue a aquejar.
En conclusión, se le dificulta emplear la parte de hemisferio derecho que le
corresponde.
Por
esto, aparentemente, el hombre no sufre igual que la mujer. Sin embargo se
duele y más, aunque el mecanismo defensivo de la negación le permite
temporalmente (varia la cantidad de tiempo) no vivir el dolor y en poco tiempo
volver a rehacer la pareja. La realidad en lo interno es otra.
Ante
una pérdida amorosa el duelo con toda su carga emocional de aflicción
sobreviene y la persona quiere creer que no ha ocurrido tal pérdida, que es un
malentendido se va a resolver y el ser amado volverá para continuar aquella
intimidad agradable.
Después
de un tiempo óptimo esa presencia anhelada no ocurre y la rabia, el enojo, el
odio, la culpa hacia sí mismo, al otro y a todos llega. Busca desahogar la interrogante
que explique porqué ese amor se ha terminado. Entonces surge la pregunta: ¿por
qué me tuvo que pasar a mí?.
Ante
la inminente realidad la persona cae en un abatimiento, en soledad, sin un
aliento que lo reconforte, sin aquel aroma que le acariciaba, nada tiene
sentido, entonces, ¿para que la vida? El ser dolido quiere sacar de sí mismo
ese sentimiento que le oprime y le duele por su abandono y concluye que sólo
dejando de existir podrá sacar de ese sentimiento que ahora es dolor.
¿Es
pues el hombre o la mujer la que presenta más dolor? En agosto de 2010 el Inegi
señaló las siguientes estadísticas: En México analizando los suicidios de 2005 se
observa que ocurrieron 3,553, de los cuales 2,970 fueron hombres y 583 fueron
mujeres, la mayoría entre la segunda y la cuarta década, la proporción
aproximada fue de 5 hombres por 1 mujer. 275 decesos fueron por causa amorosa,
116 por causa económica, 314 por disgusto familiar, 194 por enfermedad grave,
otras causas 563. Entre casados, unión libre, u otro tipo de unión fueron 1,948
decesos. Solteros fueron 1,386. No especificado 219.
Uno
se pregunta, si el hombre es más insensible, ¿por qué el sufrimiento por una
causa amorosa lo lleva más frecuentemente a preferir la muerte, a través del
suicidio, en lugar de soportar el duelo?
*Psiquiatra. Profesor de psiquiatría de la Facultad
de Medicina de Torreón, UA de C.
La próxima
colaboración será del Dr. Alfonso José Téllez Camacho, pediatra.