lunes, 1 de agosto de 2016

EL FIN DE AÑO Y LA SONRISA DE LOS NIÑOS


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DR. FERNANDO SÁNCHEZ NÁJERA*
¿Qué fue lo que influyó para que los rituales de fin de año ya sean a propósito o estén en el constructo del devenir social, político y cultural? El fin de un ciclo anual ha ido cobrando importancia en la sociedad occidental contemporánea. En esta época se ponen de manifiesto valores, acontecimientos y recuentos que afectan para bien o para preocupar y/o enfermar a las personas, sin importar sexo, raza, credo o edad. Hay quien insiste en asegurar que esta época es como cualquier otra, pero no pueden sustraerse de la influencia del ambiente social que priva en estas fechas, como diría, Carl Gustav Jung: “Nadie puede escapar de la influencia del inconsciente colectivo”.
Un tono afectivo, emocional y especial, nos ocurre solo en esta temporada; todo ello nos envuelve en diciembre. Las emociones gratificantes son momentos frecuentes de alegría, actitud más empática con familiares y nuestros enfermos (curiosamente nuestros pacientes en psiquiatría mejoran en el padecimiento que los aqueja) mejora, también, la relación con compañeros de trabajo y la actitud en la convivencia. Cuando el cierre de año es un balance favorable se tiene la capacidad de tomarlo con sabiduría. La navidad y los niños son el factor principal y perfecto para manifestarnos al verlos en su esperanza, en su sonrisa y alegría, que culmina al reunirnos en una mesa familiar, en la cual compartimos dichas, penas, logros y preocupaciones en la esperanza de seguir hacia adelante creciendo o hacia nuevas oportunidades. Por esto dejando por un momento las complejidades de este fenómeno, vale la idea de que la navidad tiene su mejor expresión en la sonrisa de los niños.
Cuando esta etapa nos es desagradable, por múltiples factores o dificultades para sobreponerse a las duras experiencias, ya que “cada ser humano es responsable de su respuesta emocional”, porque es importante lo qué le pasa a cada individuo, pero más importante es cómo reacciona ante lo sucedido. De tal forma que, con frecuencia, en esta época del fin del ciclo anual, en el que, consciente o inconscientemente, hacemos un balance de los logros contra las metas no alcanzadas, las pérdidas afectivas, materiales o económicas; los duelos en proceso o no resueltos, donde el paso de un año más se ve como que no se ha logrado el éxito deseado o como un año menos de vida. Al tener un recuento deficitario, la cercanía del fin de año va tornando a la persona retraída, triste, lenta, malhumorada e irritable y quisiera que pronto pasara la conclusión del año.
En esto, la situación económica y el consumismo juegan un papel importante, pues el estrés de no poder cumplir con las expectativas de obsequios, la mejor cena, la espera del regalo más costoso, la mejor ropa, y otros qué ante limitaciones económicas genera desesperación. Así como las amistades que se perdieron o alejaron, los familiares que al morir ya no estarán en la fiesta, la nostalgia de las navidades cálidas, agradables vividas en la infancia con toda la familia y que ya no podrán ser, o las que nunca se vivieron pues estas fiestas no fueron por muchas razones ponderadas por los padres y los mayores, lo cual atrae una nostalgia: las expectativas sobrevaloradas de cómo y con quién nos la vamos a pasar, ¿será agradable con las compañías que habremos de convivir? Estas conjeturas bloquean la falta de espontaneidad y con ello se propicia la actitud de aislamiento, tristeza, retraimiento o acartonamiento y la persona quisiera que pronto pasara estas navidades.
En el periodo decembrino las reacciones emocionales desagradables persistentes, requieren de una evaluación psicoterapéutica que permita determinar sí estamos ante una reacción emocional normal o una que amerita atención y tratamiento especializado.
*Psiquiatra. Profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.

La próxima colaboración será de la Dra. Dealmy Delgadillo Guzmán, Farmacóloga.