DR. FERNANDO SÁNCHEZ NÁJERA*
¿Qué fue lo que influyó para que los rituales de
fin de año ya sean a propósito o estén en el constructo del devenir social,
político y cultural? El fin de un ciclo anual ha ido cobrando importancia en la
sociedad occidental contemporánea. En esta época se ponen de manifiesto valores,
acontecimientos y recuentos que afectan para bien o para preocupar y/o enfermar
a las personas, sin importar sexo, raza, credo o edad. Hay quien insiste en asegurar
que esta época es como cualquier otra, pero no pueden sustraerse de la
influencia del ambiente social que priva en estas fechas, como diría, Carl
Gustav Jung: “Nadie puede escapar de la influencia del inconsciente colectivo”.
Un tono afectivo, emocional y especial, nos ocurre solo
en esta temporada; todo ello nos envuelve en diciembre. Las emociones
gratificantes son momentos frecuentes de alegría, actitud más empática con
familiares y nuestros enfermos (curiosamente nuestros pacientes en psiquiatría
mejoran en el padecimiento que los aqueja) mejora, también, la relación con
compañeros de trabajo y la actitud en la convivencia. Cuando el cierre de año
es un balance favorable se tiene la capacidad de tomarlo con sabiduría. La
navidad y los niños son el factor principal y perfecto para manifestarnos al
verlos en su esperanza, en su sonrisa y alegría, que culmina al reunirnos en
una mesa familiar, en la cual compartimos dichas, penas, logros y
preocupaciones en la esperanza de seguir hacia adelante creciendo o hacia
nuevas oportunidades. Por esto dejando por un momento las complejidades de este
fenómeno, vale la idea de que la navidad tiene su mejor expresión en la sonrisa
de los niños.
Cuando esta etapa nos es desagradable, por
múltiples factores o dificultades para sobreponerse a las duras experiencias,
ya que “cada ser humano es responsable de su respuesta emocional”, porque es
importante lo qué le pasa a cada individuo, pero más importante es cómo
reacciona ante lo sucedido. De tal forma que, con frecuencia, en esta época del
fin del ciclo anual, en el que, consciente o inconscientemente, hacemos un
balance de los logros contra las metas no alcanzadas, las pérdidas afectivas,
materiales o económicas; los duelos en proceso o no resueltos, donde el paso de
un año más se ve como que no se ha logrado el éxito deseado o como un año menos
de vida. Al tener un recuento deficitario, la cercanía del fin de año va
tornando a la persona retraída, triste, lenta, malhumorada e irritable y
quisiera que pronto pasara la conclusión del año.
En esto, la situación económica y el consumismo
juegan un papel importante, pues el estrés de no poder cumplir con las
expectativas de obsequios, la mejor cena, la espera del regalo más costoso, la
mejor ropa, y otros qué ante limitaciones económicas genera desesperación. Así
como las amistades que se perdieron o alejaron, los familiares que al morir ya
no estarán en la fiesta, la nostalgia de las navidades cálidas, agradables
vividas en la infancia con toda la familia y que ya no podrán ser, o las que
nunca se vivieron pues estas fiestas no fueron por muchas razones ponderadas
por los padres y los mayores, lo cual atrae una nostalgia: las expectativas
sobrevaloradas de cómo y con quién nos la vamos a pasar, ¿será agradable con
las compañías que habremos de convivir? Estas conjeturas bloquean la falta de
espontaneidad y con ello se propicia la actitud de aislamiento, tristeza, retraimiento
o acartonamiento y la persona quisiera que pronto pasara estas navidades.
En el periodo decembrino las reacciones emocionales
desagradables persistentes, requieren de una evaluación psicoterapéutica que
permita determinar sí estamos ante una reacción emocional normal o una que amerita
atención y tratamiento especializado.
*Psiquiatra. Profesor de Psiquiatría de la Facultad
de Medicina, Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será de la Dra. Dealmy
Delgadillo Guzmán, Farmacóloga.