DR. ADALBERTO MENA CALDERA*
Entre los trastornos de
conducta de la infancia y la adolescencia, el Trastorno por déficit de atención
(TDAH) es de los más frecuentes. Se sabe que de cada 100 niños en edad escolar
de 3 a 5 lo presentan, y más del 40 % de quienes lo padecieron durante la
juventud siguen presentando deterioro funcional por síntomas activos en la vida
adulta.
Se describe
clásicamente la tríada de desatención,
hiperactividad e impulsividad, aunque hay al menos dos presentaciones de
este cuadro. El primero muestra características de las tres condiciones
mencionadas y se asocia más con trastorno negativista desafiante y disocial (la
llamada coloquialmente delincuencia
juvenil). En el segundo predomina la inatención y menos la hiperactividad e
impulsividad con mayor propensión a desarrollar trastornos de ansiedad y
depresivos asociados.
Actualmente,
el TDAH, se considera una enfermedad neurobiológica en la que interactúan
diversos factores que incluyen el ambiente tanto físico como social para que se
presente. Dicho de forma más simple, son niños que frecuentemente no prestan
atención suficiente a los detalles, se equivocan en las tareas escolares por
descuido, no ponen atención al jugar, no siguen instrucciones, no finalizan
tareas, se les dificulta organizar actividades, evitan actividades que
requieran esfuerzo mental sostenido, pierden objetos necesarios para sus
labores, se distraen por estímulos sin importancia, son descuidados. Mueven en
exceso manos o pies o se remueven en el asiento, abandonan el asiento en clase,
corren o saltan excesivamente en situaciones en las que es inapropiado hacerlo,
parece que “tienen un motor” que no para, hablan en exceso, precipitan
respuestas, no pueden guardar turno y son entrometidos. Todo lo anterior está
presente desde antes de los 7 años de edad y les causa problemas en su
desempeño escolar, lo que puede hacer que equivocadamente se piense que tienen
discapacidad intelectual, además de favorecer el desarrollo de una baja autoestima
y dificultades en la socialización. Por otro lado nos encontramos con que
existen en la actualidad tratamientos farmacológicos que funcionan de forma
consistentemente efectiva en un porcentaje de hasta el 70 % de los niños con
TDAH. Esto quiere decir que su rendimiento escolar mejora, dado que pueden
poner más atención y los síntomas asociados disminuyen también de forma
significativa ya que se tiene la posibilidad de tener mayores logros de acuerdo
a su nivel escolar. Por supuesto la evaluación del problema la debiera hacer un
profesional capacitado, y sea el pediatra, neurólogo, psiquiatra o psicólogo,
con el fin de establecer un plan de atención racional que en el mejor de los
casos incluya tanto el empleo del medicamento apropiado como el apoyo psicopedagógico
y psicológico tanto al paciente como a sus padres. Esto, por supuesto, supone
la participación de profesionales de otras áreas, maestros y trabajadores
sociales para lograr lo que se ha dado en llamar un abordaje “multimodal”.
Los
medicamentos más utilizados y con los que se tiene experiencia desde hace más
de 70 años son los estimulantes que además, cuando son bien empleados,
disminuyen el riesgo de que el muchacho desarrolle un trastorno por consumo de
sustancias posteriormente.
*Psiquiatra. Profesor de Psiquiatría
de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será del Dr. Rubén
Darío Galván Zermeño, médico internista.