DR. RUBÉN DARÍO GALVÁN ZERMEÑO*
El Siglo de Torrén
La diabetes mellitus es una de las
enfermedades crónico degenerativas de mayor impacto en la salud de la población
mexicana, quienes la padecen, la consideran solo como glucosa elevada en sangre
y no son conscientes de los riesgos adicionales de padecerla y menos aún de la
importancia de su control. Esta enfermedad puede cursar con mínimos síntomas y
signos, excepto en casos de complicaciones agudas reconocidas, como el coma
diabético, donde existe un severo aumento o disminución de los valores de
glucosa, por lo que se da un riesgo potencial de secuelas o alta mortalidad.
Las más recientes encuestas nacionales de
salud, emprendidas por el gobierno federal, son el referente de su frecuencia,
grado de control y complicaciones, aproximadamente 15 % de la población adulta
mexicana la padece. Además, la mitad de los diagnosticados están en la etapa productiva
entre 20 y 69 años de edad. Lo alarmante es que aun sabiéndose diabéticos y con
acceso a servicios públicos de salud, solo el 25 % de los diabéticos están bajo
control. En un análisis de este escalofriante dato pueden concurrir varios factores.
Los ligados al paciente, como la negativa para reconocer que se padece la
enfermedad, y la negativa a los cambios dietéticos y de actividad física
propuestos, otra es el pobre apego al tratamiento. También existen factores atribuibles
al equipo de salud como pobre capacitación para la atención, tiempo dedicado a
educación del paciente y resolución de dudas y mitos. Asimismo factores socioeconómicos,
entre los que están el incumplimiento de los sistemas públicos de salud en
surtimiento de medicamentos y atención preventiva oportuna.
Al momento del diagnóstico el diabético tiene
ya más de 5 años con cambios subclínicos de la enfermedad. En orden de
frecuencia e importancia las complicaciones más graves son: enfermedad
isquémica del corazón y riesgo de padecer enfermedad vascular cerebral, riesgo
que se triplica; la insuficiencia renal crónica, que culmina en enfermedad
renal terminal y tratamiento sustitutivo de la misma por diálisis peritoneal o
hemodiálisis; neuropatía periférica, que afecta la sensibilidad de los
pacientes y su capacidad de movimiento, propicia lesiones cutáneas por presión
y roce que no se perciben y culminan en amputaciones, a eso se suma la afección
incapacitante de la función visual por catarata, glaucoma o retinopatía.
Concluimos que diagnosticar a un paciente con
diabetes mellitus no es colocar una lápida sobre él, existen suficientes
evidencias de que el buen control de la enfermedad (del cual estamos muy
lejanos al estar en ese rango solo 25 % de los diabéticos conocidos) impacta
favorablemente en la prolongación de la vida, libre de complicaciones graves y
secuelas. A mayor tiempo aplicado a la educación de los diabéticos mejor será
la aceptación de la enfermedad y los cambios propuestos a la alimentación,
actividad física y apego a tratamiento indicado. La capacitación continua de
los profesionales de la salud y su disponibilidad hacia los pacientes cambiarán
ese panorama ahora sombrío.
*Especialista en Medicina Interna, Profesor de
Propedéutica de la Clínica y Jefe de Posgrado y Acreditación de la Facultad de
Medicina, Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será del Dr. Evaristo
Gómez Rivera, traumatólogo.