DR. EVARISTO JAVIER GÓMEZ RIVERA*
El Siglo de Torreón
¿Existen enfermedades propias
de la vejez? En cierta forma sí. Por ejemplo: la fractura de cadera, casi
siempre acaba con el geronte. En cambio nada grave pasa si recae en un muchacho.
Los neumococos que invaden el pulmón anciano, llevan malas intenciones; hay un
adagio que dice: “la neumonía es la muerte natural de los viejos”, en cambio los
jóvenes la sufre sin mayores complicaciones.
El
viejo reacciona a su manera, es una máquina que falla sin que sepamos la hora
exacta, unos a los 60, otros a los 80, otros a los 100, cada reloj tiene su
propia cuerda; un buen acero puede mantenerse tenso hasta los 100 años, otros
fallan a partir de los 50.
El
ritmo: ¿Cuándo comienza la vejez? Cuando con la torpeza de las piernas coincide
la torpeza de las palabras y el pensamiento, todo lo demás no cuenta, ni
siquiera los años.
No
todos los tejidos envejecen al mismo ritmo, el timo por ejemplo, empieza a
declinar en la adolescencia, parecería que la luz de la sexualidad apagara el
resplandor del timo. Las glándulas sexuales se retiran a medio camino, así, la
sexualidad queda prendida cuando la genitalidad ya declino. El envejecimiento
muscular se inicia a los veintitantos años y coincide con una juventud
intelectual que crece más allá de los 60. ¿Qué explicación tiene? Tan sencillo
como que cada tejido tiene su propio ritmo de crecimiento y de envejecimiento.
¿Acumulación
o desgaste? Si consideramos a nuestro organismo como una máquina que de puro
funcionar se acaba, entonces la vejez es desgaste. Si consideramos al viejo
como recipiente de basura entonces es acumulación. A medida que pasa el tiempo
se acumulan productos de desecho como pigmentos que manchan la piel, depósitos
de colesterol que tapan las arterias y calcificaciones en otros tejidos.
Sin
duda hay signos de desgaste y acumulación, ambas pueden acontecer
independientemente de la edad y así encontramos viejos a los 50 y jóvenes a los
80.
Desgaste:
Cada órgano del cuerpo funciona lento en el reposo y se acelera ante el
esfuerzo, con esto decimos que el rendimiento es diferente, según estamos
sentados o dormidos o trabajando, o jugando futbol, la diferencia de energía
entre reposo y actividad se llama reserva funcional. El viejo no percibe el desgaste
hasta el momento de subir una escalera y es precisamente cuando tiene que echar
mano de la reserva funcional.
Acumulación:
se acumulan sustancias inertes: colesterol, ácido úrico, pigmentos, todo eso
que ahoga a las células en sus propios desechos metabólicos y la resultante es
que se deforman los dedos, se entorpecen las manos y se desgastan las
articulaciones.
La
herencia y la genética sin duda influyen en el envejecimiento. Es interesante
conocer los consejos de hombres longevos. Mi padre a los 90 aconsejaba, y así
lo hizo: “comer poco, dormir bien y trabajar mucho”. Mi maestro Oriol Anguera,
a sus 80 años decía: “cuando se trabaja con alegría se tiene el espíritu joven,
y lo decía con el ejemplo porque trabajaba febrilmente”.
En
mi opinión, la vejez no la decreta los cabellos blancos ni la piel arrugada ni
la dureza del oído ni la disminución visual ni la incapacidad muscular ¡ni los
años!... La vejez es un problema espiritual.
*Traumatólogo.
Profesor de Ortopedia en la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C.
La próxima colaboraciòn sera
del Dr. Rubén Daniel Arellano Perez Vertti, traumatólogo.