Dr. Leonel Rodríguez
R.*
En recuerdo del Dr. Jorge Siller Vargas y el
Dr. Agustín Salgado
El pasado viernes, treinta
de octubre, a las diez y nueve horas, con la colaboración del grupo “A” del
primero año de la carrera en nuestra Alma Mater: la Facultad de Medicina de la Universidad
Autónoma de Coahuila, Unidad Torreón, en el aula de anatomía “Dr. Jorge Siller
Vargas”, y posteriormente en la sala de disecciones, llevamos a cabo la
escenificación de uno de los poemas más conocidos del bardo coahuilense Manuel
Acuña: “Ante un cadáver”. El grupo antes mencionado representó a los compañeros
del poeta, un servidor representó a Dr. Francisco Castillo Nájera y la
interpretación de nuestro malogrado poeta, estuvo a cargo del Dr. Cipriano
Rodríguez Martínez.
Después de hacer una
narración sintetizada de la vida y obra del gran poeta, estudiante de medicina,
narramos la historia siguiente en relación a este poema.
Refiere Castillo Nájera:
“…cuando termino el reajuste de mis conferencias para formar este miscelánea
recibo El México de Manuel Acuña por Roberto Núñez y Domínguez, uno de
los escritores que con más inteligencia ha consagrado diversos textos del
saltillense. Cuenta que una noche llegó Manuel Acuña al refectorio e invitó:
“muchachos, vamos al anfiteatro, que les voy a leer mi último poema”. Lo
siguieron sus condiscípulos y en la sala débilmente alumbrada por macilentas
lámparas, Acuña, instalado tras uno de los cuerpos inertes, comenzó a leer:
“Y bien, aquí estas ya, sobre la plancha,
Donde el gran horizonte de la ciencia
La extensión de sus límites ensancha.
Aquí donde la rígida experiencia
Viene a dictar las leyes superiores
A que está sometida la existencia.
Aquí donde derrama sus fulgores
Ese astro a cuya luz desaparece
La distancia de esclavos y señores.
Aquí donde la fábula enmudece
Y a la voz de los hechos se levanta
Y la superstición se desvanece.
Aquí donde la ciencia se adelanta
A leer la solución de ese problema
Cuyo sólo enunciado nos espanta…”
El
poeta concluyó..., los alumnos “estrujados por su zarpazo lírico, tuvieron que
hacer un supremo esfuerzo para sobreponerse a la impresión recibida y
prorrumpir en estentóreos vivas y aplausos para el autor de “Ante un cadáver”,
que en esa extraña forma nació para dar gloria a la literatura castellana”.
Por
tradición, conocíamos el episodio; ahora lo encontraremos impreso por vez
primera; pregunté a mi amigo Núñez y Domínguez cómo llegó hasta él: se lo
refirieron su padre, el doctor José de Jesús Núñez, compañero de Acuña, y otros
contemporáneos. Esas fuentes y la trasmisión oral, a través de varias
generaciones, y que alcanzó la mía, sellan el relato con más visos de historia
que de leyenda.
Cuando
ingresé a la Facultad, supe que, pocos años antes, “la novatada” (consagración
formal de “los nuevos”, acordada por los de cursos anteriores), consistía en
recitar de memoria, el poema en cuestión; el recién llegado que lo ignoraba,
tenía que aprenderlo; sin ese requisito, no se le admitía en el anfiteatro.
Ninguno
de nuestros poetas fue tan celebrado en vida como Acuña; ninguno con su muerte
conmovió a todas las clases sociales con sacudida tan intensa. Dolor sincero y
hondo en los círculos estudiantiles, pesar innominada en la juventud literaria
que, orgullosa, lo reconocía como jefe; sorpresa y pesadumbre en los maestros
que veían el ocaso prematuro de una estrella excepcional por la brillantez,
duelo popular, también, porque acuña penetró en el sentimiento de las masas.
“El
solo nombre de Acuña basta para la gloria literaria de México, quien no llorará
nunca lo suficiente sobre la tumba de su hijo privilegiado. Hoy sería Acuña el
poeta de la América española, donde ya empieza a hacérsele la justicia que
exigen sus merecimientos”, (opinión de Mac Donall, escritor sudamericano, expresadas
en l884)
*Ginecobstetra. Exalumno (Generación XII) de la
Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será de la Dra. Susana
Bassol Mayagoitia, Endocrinóloga de la Reproducción.