Dr. Adalberto Mena
Caldera*
El
Trastorno Limítrofe de la Personalidad (TPL) es una alteración mental frecuente.
Se caracteriza por un pobre control de las emociones, impulsos, relaciones
interpersonales y una autoimagen inestable. Los síntomas aparecen típicamente
durante la adolescencia y el inicio de la vida adulta. La personas con TLP
experimentan sufrimiento y malestar significativos debido a sus dificultades en
las relaciones con los demás, la alteración en su vida familiar y laboral y sus
problemas sociales. Este diagnóstico se ha asociado con una considerable
estigmatización de las personas.
Se asocia también con deterioro grave y persistente
del funcionamiento psicosocial, alto riesgo de autolesiones y suicidio, así
como un peor pronóstico de las enfermedades mentales coexistentes (depresión,
ansiedad) si éstas se presentan, además
de uso excesivo de los servicios de salud en la comunidad. Datos
internacionales muestran que la tasa de suicidios en personas con TLP es mayor
que la de la población general, variando entre 3 al 10 %. Muchas personas con
TLP han experimentado trauma significativo ya sea en el pasado o en su vida
cotidiana (abuso físico, sexual, verbal o cuidados negligentes en la infancia).
Los estudios biológicos en adultos asocian anormalidades cerebrales con el TLP
pero no está claro si son la causa, el efecto o se relacionan con el trastorno
de otra forma.
No obstante, el pronóstico para la gente con TLP es
bueno a mediano y largo plazo, una alta proporción se recupera
significativamente y ya no cumple los criterios para su diagnóstico. Estos criterios
incluyen: esfuerzos frenéticos para
evitar el abandono real o imaginario, relaciones interpersonales inestables e
intensas caracterizadas por alternancia entre la idealización y la devaluación,
alteración de la identidad, impulsividad en por lo menos dos áreas
potencialmente dañinas (gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción
temeraria, atracones de comida), comportamiento, gestos o amenazas suicidas,
comportamiento de automutilación –se autolesionan-, inestabilidad afectiva por
una elevada reacción del ánimo (irritabilidad, ansiedad o mal humor que dura
generalmente unas horas y sólo rara vez algunos días), sentimientos crónicos de
vacío, ira inapropiada e intensa o dificultades para controlarla
(manifestaciones frecuentes de enojo, peleas físicas frecuentes), ideación
paranoide transitoria o severos síntomas disociativos (por ejemplo, amnesia
psicógena) asociados con el estrés. La evidencia actual muestra que estos
criterios son tan confiables y válidos en personas menores de 18 años como en
los adultos. Entre aquellos que mejoran sólo una minoría recae. Los estudios
longitudinales con seguimiento por 10-16 años reportan que casi todas las
personas con TLP lograrán recuperarse de sus síntomas, pero pueden seguir
presentando un pobre funcionamiento psicosocial. Varios tipos de terapias
psicológicas estructuradas son útiles y pueden ser aplicadas individualmente o
en grupo. Por otra parte, los medicamentos no parecen ser efectivos para
alterar la naturaleza y el curso del trastorno, por lo tanto no se recomiendan
como tratamiento de primera línea o único, sin embargo se pueden utilizar con
la intención de mejorar exitosamente algunos de los síntomas teniendo
precaución, discutiendo y acordando con el paciente los objetivos específicos
del empleo de determinado psicofármaco; recordando que las personas con este
trastorno tienen riesgo elevado de cometer intentos suicidas con los
medicamentos recetados.
*Psiquiatra.
Profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.
La
próxima colaboración será del Dr. Gerardo Pérez Rojas, ginecobstetra.