DR.
GERARDO PÉREZ ROJAS*
La
menopausia suele asociarse con el momento
en el cual los ovarios
interrumpen la producción
de hormonas, específicamente de
estrógenos. El déficit
de estrógenos es un factor
muy importante, y a veces de riesgo para el desarrollo de determinados embarnecimientos cuyas consecuencias se expresan hasta
mucho tiempo después
en la postmenopausia.
El abordaje
clínico tradicional para este fenómeno, que, repito, implica el cese
de producción de estrógeno ováricos, se hace con un enfoque dirigido
principalmente al período conocido
como climaterio. Los límites de esta etapa
son difíciles de definir, aunque
en una forma sencilla se puede explicar
que es la etapa de transición que existe
en la
vida reproductiva y la no reproductiva
de la mujer.
Por otro lado, la menopausia corresponde al último
periodo menstrual y se determina de forma retrospectiva una vez que han transcurrido
12 meses consecutivos sin menstruar,
para la cual no existe
otra causa obvia. De
esta forma el climaterio abarca
un periodo tanto previo como posterior a la menopausia. En la menopausia es posible encontrar
dos etapas: la etapa temprana que es 10 años después de la menopausia; y la etapa tardía
que es a partir de los 10 años cumplidos de
la menopausia hasta la muerte. Esta
división nos permite tener un panorama
más claro de cuándo intervenir
con el uso de terapia
sustitutiva con hormonas.
Debido a los efectos
de la deficiencia
de estrógenos sobre los órganos
llamados blanco como la vagina, vejiga,
vías urinarias, músculos de la pelvis, glándula mamaria, hueso, etc. Durante la menopausia la mujer es especialmente susceptible
de sufrir padecimientos
diferentes, por ejemplo,
el primer síntoma
y con menor duración es la sequedad
vaginal, que según estadísticas,
sin tratamiento puede durar hasta 5 años, lo
que si persiste,
hasta por 10 años, es la infección
recurrente de vías urinarias, en donde tenemos
pacientes que sufren estas manifestaciones.
Otros estragos de la menopausia son el dolor
durante las relaciones
sexuales y ardor al orinar.
De acuerdo con las proyecciones de la población mexicana,
cada década se incrementará en alrededor
de 70 % la población de mujer mayores de
50 años, lo que implica, haciendo cálculos, que para el 2050 se podría alcanzar
un total de casi 27 millones de mujeres postmenopáusicas.
Estos cambios requieren que los servicios de salud diseñemos estrategias para abarcar
a este grupo poblacional que va en incremento. En este grupo de pacientes, la osteoporosis
es uno de los problemas de mayor impacto. El incremento notable de la esperanza
de vida al nacimiento en la población, particularmente en mujeres, condiciona que un mayor número de mujeres
alcancen la edad suficiente para padecer menopausia. En las mexicanas, la menopausia
ocurre en promedio a los 49 años, precedida de un tiempo variable en los que se
pueden presentar irregularidades menstruales, bochornos, cambios en la conducta,
en el sueño, en las vías urinarias, en la función intestinal, en los huesos, en la circulación,
en la
piel, en la vida sexual, es decir, en todo el organismo. Es por esto que
la menopausia ocupa un lugar preponderante en el cuidado de la mujer y tratarla siempre será prioridad.
Las mujeres deberán
realizar un test hormonal,
ultrasonido, densitometría, mamografía, colesterol, glucosa y triglicéridos. Habrá
que evaluar cada caso y las alternativas
terapéuticas; cada tratamiento está pensado
en cada paciente, como trajes realizados
a la medida. Debemos de recordar
que no todas las pacientes serán candidatas a estrógenos y saber, tomar en cuenta que las terapias
de reemplazo hormonal siempre deben de
ser recomendadas por médicos especialistas, ginecólogos, endocrinólogos y geriatras,
incluso. La vida plena de la mujer es
el objetivo, y que sea, y siga siendo parte fundamental en el eje de la sociedad.
*Ginecobstetra. Profesor de
ginecología de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será del Dr.
Raúl Guzmán Muñoz, cirujano.