DR. EVARISTO JAVIER GÒMEZ RIVERA*
Tres
juventudes tiene la vida: física, intelectual y espiritual. Reflexionando sobre
la espiritual, comprobamos que cuando envejecemos intelectualmente, todavía
podemos saborear una tercera juventud espiritual. Cuando interiorizados no
necesitamos los sentidos al 100 % para percibir en plenitud lo que queremos. Durante
esta etapa la luz procede de adentro.
El
hombre comienza mirando lo externo: la corteza, la forma, la anatomía y termina
concentrado en lo interno: sentimientos, pasiones; la introspección. Como los
pintores que en etapas finales pincelan su propio drama, se inician pintando
cosas reales y terminan proyectando el alma desgarrada de la humanidad. Sobran
ejemplos de artistas: Miguel Ángel, Goya, Goethe, Voltaire, Verdi, Stravinski.
Picasso,
inició su arte con perfiles ajustados al hombre de verdad: maternidad,
mendigos, guitarristas. Se desbordó luego, en el famoso cuadro del bombardeo de
“Guernica”, destilando amargura universal; Picasso a medida que envejece, a los
80 años, es más Picasso, desvanece la anatomía porque sustituye la luz natural
por la propia.
Tiziano
pinto dos coronas de espinas, una a los 50 años y otra a los 95, la segunda
carece de detalles y matices, todo es subjetivo, generoso y ampliamente
confuso, la respuesta es fácil: el artista estaba casi ciego a los 95, pero
siendo perspicaces, vemos como Tiziano concentró en la cara de Cristo
pinceladas para impresionar, mezcla de dolor y grandeza que nada tienen que ver
con los coloridos matices definidos y precisos, con las suaves y agradables
líneas de la primera versión.
Este
ciclo antropológico lo encontramos una y otra vez en la obra de los genios y en
menor escala en todos los hombres, por eso es necesario hacer conciencia de la
tercera juventud y si he puesto como ejemplo a hombres geniales, es porque a
gran aumento se aprecia lo que trato de demostrar.
Es
el momento de crear conciencia de la tercera juventud que se manifiesta más
allá de los 70, urge hacerlo, ¿por qué? porque vemos que la sociedad cada día
rechaza más a quienes considera viejos y así en aislamiento se sienten inútiles,
insociables y más viejos de lo que en realidad son.
El
anciano se siente viejo porque percibe en carne viva la involución de la fuerza
física y el hundimiento del nivel intelectual, necesita lentes, no oye y para
colmo, casi no recuerda nada. Ignora que esas declinaciones no presuponen
envejecimiento; que todavía le queda una tercera vida puesto que no todo
termina con lo físico y lo intelectual. Quedan aún por cosechar frutos sabrosos
de la vida interior, son viejos para ciertas cosas, pero no para todas. No
pretendan agarrar el cielo con las manos, ni desplegar esfuerzos que no se
poseen: placidez interior y sobretodo autorrealización iluminada desde adentro;
fusión interior, replegarse en sí mismo, introspección.
Que
cada lector pase de las octavas de los genios a las octavas de su humilde
condición, para comprobar que es el mismo proceso, aunque en tono menor. Nacemos
muchas veces y morimos una. Nacemos a la vida adolescente, nacemos a la vida
madura, y volvemos a nacer a la vida espiritual de los 70, 80, 90…100, tal vez.
Mientras
peregrinamos por el camino, nada de Jeremías; o seguimos adelante con la cabeza
enhiesta, o nos retiramos prudentemente en su momento: ni un minuto antes, ni
un minuto después. Ni tragedias ni lastimas.
*Traumatólogo. Profesor de ortopedia en
la Facultad de Medicina, Torreón, UA de CLa
próxima colaboración será del Dr. Juan Gerardo Lazo Sáenz, otorrinolaringólogo.