DR. FERNANDO SÁNCHEZ NÁJERA*
Antes
de iniciar la descripción de este padecimiento es importante aclarar que no
estaremos tratando el tema de la depresión estacional, pues ésta ocurre durante
el periodo invernal donde es imprescindible que la menor luz de día vaya acompañada
de prolongados días nublados, criterio que en nuestro país no se cumple ya que,
mayormente, contamos durante el invierno de días soleados. Ejemplo, nuestra región
lagunera.
La OMS considera que la depresión es el cuarto problema
de salud más urgente a nivel mundial y un tipo de depresión breve o reactiva
suele aparecer con frecuencia el fin del ciclo anual. En esos días, consciente
o inconscientemente, hacemos un balance de los logros, las metas que se
quedaron en el camino, las pérdidas afectivas, las materiales y los duelos en
proceso o no resueltos. El paso de un año más en que no se ha logrado el éxito
deseado o “un año menos de vida”, cuando este balance resulta deficitario, la
cercanía del fin de año va tornando a la persona retraída, triste, lenta o
malhumorada e irritable que quisiera que pronto pase esta conclusión del año.
Coincidentemente ésta vivencia concuerda con las
celebraciones navideñas. Aunque se supone es la época en que se debería estar
más contentos, especialmente los creyentes en la natividad, pero
paradójicamente ocurre lo inverso a la celebración de la semana mayor, pues
muchas personas suelen estar más tristes o deprimidas en la época navideña y
más alegres y activos al vacacionar en las celebraciones de la semana mayor. En
el fin de año la situación económica y el consumismo juegan un papel
importante, pues el estrés de no poder cumplir con las expectativas de
obsequios, la mejor cena, la espera del regalo más costoso, la mejor ropa… y
ante las limitaciones económicas genera desesperación. En lo afectivo y social,
las amistades que se perdieron o alejaron, los familiares que al morir ya no
estarán en la fiesta, la nostalgia de las navidades cálidas, agradables vividas
en la infancia con toda la familia y que ya no podrán ser, (o las que nunca se
vivieron pues estas fiestas no fueron “por muchas razones” ponderadas por los
padres y los mayores, lo cual atrae una nostalgia dolorosa) las expectativas sobrevaloradas
de cómo y con quién nos la vamos a pasar, ¿será agradable con las compañías que
habremos de convivir? Estas conjeturas bloquean la falta de espontaneidad y con
ello se propicia la actitud de aislamiento, tristeza, retraimiento o
acartonamiento y la persona quisiera que pronto pasara estas navidades.
Este periodo de diciembre y las reacciones emocionales
depresivas caracterizadas por tristeza, llanto ocasional, inquietud o ansiedad,
prisa, tensión, irritabilidad, frustración, desesperación. Constituyen un
padecimiento emocional que amerita una evaluación psicoterapeútica que permita
determinar sí estamos ante un episodio reactivo leve y superable o bien, la
circunstancia del fin del ciclo anual y las navidades han evidenciado una cara más
de un proceso depresivo mayor, subyacente que se ha venido arrastrando de
tiempo atrás que no ha sido diagnosticado y amerita atención y tratamiento
especializado.
*Psiquiatra. Profesor de
Psiquiatría de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C. Correo electrónico:
sanafe07@hotmail.com
La
próxima colaboración será del Dr. Antonio Padua y Gabriel, neumólogo.