En
los países desarrollados de occidente, del 10 al 15 % de la población adulta
padece cálculos biliares y una de sus manifestaciones es la colecistitis aguda.
La sospecha clínica de esta patología se corrobora mediante un estudio de
imagen, por lo general el ultrasonido. El tratamiento inicial estará dirigido a
controlar el cuadro agudo mediante dieta sin grasa, analgésicos,
antiinflamatorios y antibióticos. El tratamiento definitivo es quirúrgico y se
recomienda 6 semanas después del cuadro
agudo. Aunque se acepta una pronta intervención dentro de los 7 días siguientes,
lo que no modifica los resultados esperados.
De todas las operaciones que se hacen en el aparato
digestivo, la de la vesícula biliar es la más frecuente, tan solo en los
Estados Unidos se practican alrededor de 500,000 colecistectomías por año. Los
avances tecnológicos han simplificado esta cirugía, siendo la vía laparoscópica
el estándar de oro, ya que permite una rápida recuperación con el mínimo dolor
integrarse rápidamente el paciente a sus actividades laborales. A pesar de que
estadísticamente el número de complicaciones posibles es muy bajo, ningún
cirujano está exento de provocar, en
forma involuntaria, una lesión, sobre todo en aquellos casos en los que la
vesícula esta inflamada, necrosada, con múltiples adherencias y fístulas hacia
órganos vecinos.
El cirujano está obligado a conocer en forma detallada la
relación que guarda cada uno de los órganos involucrados en el campo
operatorio, sobre todo las variantes anatómicas de los conductos biliares y vasculares
cuya incidencia es muy alta y por su desconocimiento se puede provocar graves
daños. La lesión de un conducto biliar que pasa inadvertida durante el
transoperatorio, provocará un derrame de bilis dentro del abdomen
(biliperitoneo) mientras que la ligadura y corte del conducto principal (colédoco)
que lleva la bilis del hígado al intestino se manifestará tempranamente con un
color amarillo de la piel y conjuntivas (ictericia). Las lesiones de los vasos
sanguíneos involucrados en la zona operatoria se manifestaran con sangrados
moderados o masivos dependiendo del calibre del vaso lesionado. Todas las
complicaciones referidas alargarán el tiempo de recuperación, sometiendo al
paciente a tratamientos médicos prolongados y nuevas operaciones tendientes a
corregir o reconstruir los conductos lesionados pero que a la vez pueden
originar otras complicaciones que sin duda pondrían en riesgo la vida del
paciente.
Para evitar las complicaciones descritas, lo recomendable
es que una vez que tenga el primer cuadro doloroso y el diagnóstico sea
confirmado con ultrasonido, acuda con el cirujano para programar una cirugía
temprana, con previa evaluación del riesgo quirúrgico por parte de médico
internista sobre todo si existen
enfermedades concomitantes como diabetes e hipertensión. Elija una Institución
de salud que cuente con todo el recurso humano y tecnológico necesario para
este tipo de cirugía y póngase en manos de un Cirujano con experiencia, cuya habilidad y conocimientos estén
reconocidos.
*Cirujano.
Profesor de Anatomía y Secretario Administrativo de la Facultad de Medicina de
Torreón, UA de C.
La
próxima colaboración será del Dr. Fernando Sánchez Nájera, psiquiatra