La
medicina es: “La más humana de las artes, la más artística de las ciencias y la
más científica de las humanidades”; una bella expresión plasmada por el Dr.
Edmund Pellegrina, médico y profesor universitario estadounidense, que
recientemente falleciera a la edad de 90 años. Fue profesor de ética médica y
de bioética y realizó una encomiable labor en la formación de médicos jóvenes e
influyó significativamente en la sociedad médica de su País para preservar la
medicina humanitaria, incidiendo en los factores que intervienen en su
deterioro, a través de sus 24 libros y de sus más de 550 artículos publicados.
Doy
inicio a mi artículo, refiriendo a tan eminente médico y su obra, para hacer
algunas reflexiones, ahora que recientemente celebramos el día del Médico.
La
medicina tradicional Hipocrática, nos dejó principios éticos evidentes en la
relación médico-paciente, con un gran sentido humanitario, los cuales aún
conservamos; sin embargo a través de los años, se ha conformado un médico con
una conciencia colectiva, con conocimientos científicos, técnicos y sociales
profundos, un médico congruente con los avances tecnológicos, con el desarrollo
de la ciencia y ético.
Hago
énfasis, en que la ética y la medicina, están íntimamente relacionadas con la
bonhomía de quien la ejerce, de tal manera que podríamos afirmar que todas las
formas de la atención médica, pública o privada, son tan buenas o tan malas
como las personas que las practican.
Los
cambios que han intervenido en la conformación del médico, están relacionados
con la calidad de la atención a la salud, reconociendo, que vivimos inmersos en
una sociedad cada vez más insensible y a la cual tenemos que restaurarle su
confianza, realizando las actividades médicas, en una ambiente de mayor
competitividad, que exijan de nosotros una mejor preparación y un mayor
entendimiento a las necesidades de salud de nuestra sociedad. Para ello estamos
diseñando una cultura más humana, de todos para todos, donde los valores de lo
bueno, la verdad y lo ético, nutran el desarrollo personal y profesional de
cada uno de nosotros, evitando que se extinga la llama del saber, del poder
hacer y del tener que hacer.
Las
virtudes que existen en cada médico, nos obliga a formar una cultura de pensar
y actuar con apego a la honradez, a la razón y a la justicia, y esas virtudes,
tendrán mayor mérito cuando actuemos con modestia y exentos de toda vanidad.
Los médicos, estamos comprometidos a exaltar
nuestros valores, en un afán de vocación y servicio, con el único compromiso de
sacar adelante las múltiples necesidades humanas; a confiar en nosotros mismos,
como condición medular para ejercer nuestra profesión y mantenernos
productivos; a dotar a nuestros propósitos, de una voluntad férrea, que alimente
nuestros ideales con trabajo, haciendo que nuestra tarea, sea la tarea de todos
y bridar una atención médica de calidad, en un ambiente de armonía y con
espíritu de servicio.
Concluyo
recordando las palabras de Tagore, poeta hindú que dijo: “Dormía, y soñaba que
la vida solo era alegría, desperté y vi que la vida solo era servicio, serví y
me di cuenta que el servicio era la alegría”.
*Médico
cirujano. Profesor de Propedéutica en la Facultad de Medicina de la UA de C. Jefe
de evaluación de la atención médica y gestión de calidad en el Hospital
Universitario de torreón “Dr. Joaquín del Valle Sánchez”.
La
próxima colaboración será del Dr. Eduardo Serna Zetina, cardiólogo.