DR. MANUEL ESTRADA QUEZADA*
El Siglo de Torreòn, aquì
Nos preocupa
saber si existe vida después de la muerte, pero no nos ocupamos en vivir
adecuadamente la vida que tenemos antes de morir.
Si alguien acelera o adelanta la muerte de un enfermo que
sufre, ya sea porque padece una
enfermedad terminal o porque él mismo encuentra que la vida ya no tiene ningún
sentido, indudablemente, esa persona estaría cometiendo un homicidio. Así lo
contempla la legislación mexicana. Y es que la eutanasia, que significa buena
muerte o muerte por piedad, no puede estar al libre albedrio de los médicos o
de cualquier persona, porque se colocaría en una posición de ser superior o de
juez y ese no debe ser nuestro papel.
Esta primera acción eutanásica puede parecer cruel y prestarse a una gran polémica. Sin embargo,
lo mismo sucede con otra actitud que asumimos ante un enfermo desahuciado, con
una pobre calidad de vida, a quien fundamentalmente la familia le pone todos
los obstáculos posibles para su propia muerte, a esta acción se le conoce como distanasia.
De tal manera, podemos observar que con egoísmo disfrazado de falso amor,
buscando el beneficio propio, de quienes no les importa el sentimiento del que
sufre, más frecuente de lo que quisiéramos que fuera, encontramos a médicos y
familiares en una “encarnizada lucha terapéutica” para prolongar la vida del
doliente, sin reflexionar que realmente lo que están prolongando es la agonía,
no la vida. Nadie con pensamiento claro, podrá ser ciego y sordo ante un ser humano
que postrado recibe “papilla” como alimento, misma que no reconoce como tal y mucho
menos disfruta. Vemos a un cuerpo casi inerte, con llagas en la piel (producto
de la misma postración e inmovilidad), lleno de tubos, agujas, sondas, con
muchos medicamentos y oxígeno en tanque; incapaz de respirar el aire de la vida,
es decir, en una larga agonía.
Si bien es cierto que el enfermo puede ser nuestro dador
de vida, ya sea madre o padre, a quien amamos, también es cierto que deberíamos
de respetar su necesidad de descanso e igualmente respetar sus ciclos de vida. Ojalá
no nos ganara el egoísmo.
Pero, ¿qué es lo más prudente? Sin duda alguna, respetar el proceso natural
de muerte o lo que conocemos como ortotanasia, en donde tenemos a nuestro
paciente en forma higiénica, sin dolor, bien alimentado, con el auxilio
espiritual del culto que profese y rodeado de su familia y de los que lo aman.
En conclusión, lo que debemos hacer es no adelantar, ni retrasar la
muerte.
*Médico
legista. Profesor de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de Torreón de la
U.A. de C.
www.facultaddemedicinatorreon.blogspot.com
La próxima colaboración será de la Dra. Elsa Margarita Zúñiga
Galicia, patóloga.