Los trastornos crónicos del tracto digestivo, en general, muestran una
carencia de signos clínicos y, por lo tanto, su diagnóstico depende de la
presencia de los síntomas característicos. Los trastornos funcionales
gastrointestinales (TFGI) son crónicos. En la práctica clínica son comunes;
comprenden 40 por ciento de los diagnósticos gastrointestinales. Los TFGI más conocidos
son el síndrome de intestino irritable y la dispepsia funcional. Estos
trastornos no sólo carecen de signos clínicos confiables, sino que tampoco
muestran cambios estructurales ni anormalidades bioquímicas.
Los TFGI son determinados
por diferentes factores, que surgen de una mezcla de hechos que afectan a la
mucosa intestinal y a la microflora, el sistema nervioso entérico y sus
conexiones neuronales extrínsecas, así como por las señales dentro del cerebro
y la médula espinal. Estos trastornos pueden entenderse mejor desde una
perspectiva biosicosocial; y como tal, parece improbable que un solo marcador
biológico pudiera explicar los síntomas y sugerir el diagnóstico. Por todo lo
anterior, los criterios basados en la sintomatología, en pruebas fisiológicas,
y otros exámenes, son necesarios para el diagnóstico de los TFGI. El enfoque
basado en los síntomas es el más eficaz, los que predominan son: la distensión
abdominal o el gas, el dolor, la diarrea o el estreñimiento.
La clasificación conocida
como Roma III es la única basada en la sintomatología de los TFGI, que abarca
todas las regiones del tracto digestivo. Los criterios diagnósticos de estos
trastornos han sido refinados y simplificados y continúan siendo cada vez más
utilizados en las publicaciones. Pero, aunque muchos gastroenterólogos tienen
conocimiento de los criterios diagnósticos de Roma, en la práctica clínica la
utilización de los criterios aparenta ser limitada, en especial para los
trastornos distintos al síndrome de intestino irritable.
Ante la ausencia de
biomarcadores confiables, es probable que muchos médicos sigan evitando hacer
un diagnóstico formal de un TFGI especifico, ya sea categorizando al trastorno
como ‘funcional’, o diagnosticando una gran variedad de trastornos o síntomas
como ‘intestino irritable’. En la atención primaria es probable que un gran
número de médicos se niegue a establecer el diagnóstico y simplemente enumeren
los síntomas predominantes. Con respecto al diagnóstico de los TFGI, lo importante
para el gastroenterólogo es el contexto clínico de cada uno de ellos, en
especial su relación con otros trastornos que presentan síntomas similares,
tanto ‘orgánicos’ como de la motilidad. Por ejemplo, cuándo debe considerarse
la relación entre la úlcera péptica y la dispepsia funcional o cómo se puede
diferenciar entre la enfermedad inflamatoria intestinal y el síndrome de
intestino irritable. Su diagnóstico no debe ser únicamente por exclusión; debe
incluir un enfoque algorítmico guiado para poder llevar de la sintomatología al
diagnóstico.
*Gastroenterólogo. Profesor de Gastroenterología de la
Facultad de Medicina de Torreón, U.A. de C.
La próxima
colaboración será del Dr. Eduardo Mayet Machado, pediatra