DR. EVARISTO JAVIER GÓMEZ RIVERA*
Una
venda enyesada nada tiene de ciencia ni de arte, pero es, no obstante, un instrumento
de incalculable valor, algo que pocas veces el ingenio humano ha hecho. Se
cumplen casi 150 años de que se usó por primera vez y bien merece el honor de
recordar a su inventor el gran cirujano holandés Antonio Mathijsen. (1805-1878).
Como cirujano militar en 1852, estaba insatisfecho y descontento con los medios
con que contaba para inmovilizar las fracturas y abrumado por los miles de
heridos pendientes de atención, fue que recomendó públicamente el uso de “un
tejido arroyado entre cuyas vueltas se coloca yeso en polvo, lo que al ser
puesto en contacto con el agua, se hidrata para luego endurecerse”.
La
propuesta de Mathijsen significo una verdadera revolución de métodos, pues aunque se conocían las
cualidades del yeso, la técnica de aplicación no estaba definida. Los que
consideraban útil el yeso, para poner en reposo a las fracturas, recomendaban
preparar una papilla blanduzca en un cajón, para después colocar la extremidad;
sucedía entonces que era sepultada bajo una enorme masa de yeso.
Las
complicaciones, fáciles de imaginar, con semejante procedimiento, hicieron que
el nuevo invento se recibiera con recelo y desconfianza pero de manera positiva
y esperanzadora en la comunidad médica, aunque no faltaron los detractores, por
fortuna aparecieron también voces que lo defendieron con calor.
Una
publicación de la época decía: ”Antes del procedimiento de inmovilización
propuesto por Mathijsen, la única terapéutica para una fractura del miembro era
la amputación, y la mayoría de esos amputados moría en breve plazo por las
complicaciones inevitables, “Esta situación realmente desesperante ha podido
ser solucionada gracias a la obra de Pasteur, de Lister y de Mathijsen” y
termina: “cuantas vidas, cuantos miembros han podido salvarse así gracias a
estos tres hombres”.
La
posteridad ha juzgado con justicia las importantísimas aportaciones de Pasteur
y Lister, pero por lo humilde y modesto de su contribución se ha olvidado de
Mathijsen. Su invento representa la expresión de un ingenio singular, en
apariencia sencillo, pero de tan grande valor, que no ha podido ser sustituido
por ningún otro a lo largo de 150 años; sigue siendo de los pocos inventos que
han resistido los empujones renovadores de la actualidad, en que un elemento de
eficacia aparentemente insustituible es derrotado en breve plazo por otro de
utilidad mayor.Ahora,
150 años después de nacida, la venda enyesada sigue siendo un elemento
irremplazable para el médico, porque de manera fácil y sencilla ofrece al hueso
y a la articulación, el reposo indispensable para su curación.
La
modesta venda enyesada es como un instrumento quirúrgico que debe ser manejada con
técnica precisa y método bien determinado, porque de no ser así, se trasforma
en elemento inútil o perjudicial.
Es
tan grande el beneficio que la humanidad ha recibido del ingenio y trabajo de
Antonio Mathijsen, que el monumento erigido en su natal Budel Holanda, es homenaje
que la posteridad rinde a sus méritos.
*Traumatólogo. Profesor de Ortopedia en
la Facultad de medicina UA de C, Torreón.
La
próxima colaboración será de la Dra. Susana Bassol Mayagoitia, Endocrinóloga de
la Reproducción.